La educación es sin duda el arma más poderosa para el buen vivir de una sociedad, ya que a través de ésta, los individuos aprenden a tomar buenas decisiones gracias al aprendizaje obtenido, aprendizaje que permite obtener conocimientos, comprenderlos, analizarlos y juzgarlos, para después aplicarlos en la vida propia y llevarla de la mejor manera posible. En palabras de Augusto Salazar Bondy, “educar es aquella praxis que acondiciona un medio y provoca ciertos efectos psicobiológicos en un individuo o grupo de individuos, con la mira de preservar y fomentar el desarrollo de éste”.1
Desafortunadamente, hoy en día en nuestra sociedad, el sistema «educativo» ha dejado a un lado el objetivo de educar a los individuos para promover un desarrollo sustentable, a cambio de un adiestramiento, en el cual, se enseña a los individuos a funcionar de cierta manera, no para beneficiarse a sí mismo ni a la sociedad, sino para beneficio de quienes mueven los hilos en lo alto de la pirámide del capitalismo.
Ciertamente a través de la historia, la educación ha estado orientada hacia el beneficio de quienes la imparten, y como los que la imparten son los grupos de poder en turno, es siempre una educación que promueve el sometimiento de la sociedad a tal grupo de dominio. Por ejemplo, en La Edad Media, era la Iglesia quien tenía el poder e impartían educación, pero una educación religiosa que promovía la sumisión a la divinidad de la institución. En la modernidad, donde la educación es tarea del Estado, se impartió una educación para que los súbditos se sometieran a su madre patria. En la actualidad, el grupo dominante es sin duda el mercado, y es éste quién manda también en la educación, orientándola al desarrollo económico-mercantil.
Simplemente hay que ver que toda la educación actual está totalmente al servicio de la producción de mercancías materiales y nulo lugar para la producción de pensamientos, de ideas, de reflexión. Materias como la filosofía son hechas a un lado por el gran monstruo del neoliberalismo, ya que ésta no genera capital para el mercado, al contrario promueve un sentido crítico entre los individuos que puede poner en peligro la «estabilidad» del orden establecido. Es decir, mientras la educación que han impartido los distintos grupos dominantes está encaminada a la sumisión, adiestramiento, sometimiento de un modo completamente “adaptativo, [en donde lo ideal] es transmitir al educando valores, actitudes e ideas ya establecidas, procurando que éste las reciba y adopte tal como se le dan”, nos quitan al mismo tiempo las herramientas para revolucionar esta situación y conseguir que la humanidad viva libre y con dignidad.2
Es una manera de adiestrar de gran utilidad para quienes ostentan el poder, quienes hoy prefabrican al individuo para que sea un zombie consumista, para hacerlo comprar hasta la cosa más insignificante e inservible que se pueda inventar. Con su «adiestramiento», no sólo en la escuela, sino de manera intensiva a través de los «mass media»3, crean nuevas necesidades en los espectadores, pero necesidades falsas, “que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. Su satisfacción puede ser de lo más grata para el individuo, pero esta felicidad no es una condición que deba ser mantenida y protegida si sirve para impedir el desarrollo de la capacidad de reconocer la enfermedad del todo y de aprovechar las posibilidades de curarla […] Estas necesidades tienen un contenido y una función sociales, determinadas por poderes externos sobre los que el individuo no tiene ningún control […] No importa hasta qué punto se hayan convertido en algo propio del individuo, reproducidas y fortificadas por las condiciones de su existencia; no importa que se identifique con ellas y se encuentre a sí mismo en su satisfacción. Siguen siendo los que fueron desde el principio; productos de una sociedad cuyos intereses dominantes requieren la represión”.4
Por lo que, nos educan para consumir, mentalizandonos de tal manera que creemos que necesitamos trabajar para poder comprar lo que nos venden, y entre más trabajamos, más podemos comprar y más reprimidos estamos, acrecentando su dominio. Nos educan también de manera tecnócrata y deshumanizada. Una educación egoísta y competitiva, en donde aprendemos que si no aplastamos al otro, él nos aplastará, y como nadie quieres ser aplastado, hacemos siempre lo posible por pasar por encima de los demás.
Es así como funciona el sistema. Éste nos controla totalmente, adiestrando de tal manera que vivamos en “la cotidianidad mundana”5, una cotidianidad tan simple, tan banal en la que pasamos por el mundo desapercibidos, pero sin percibir también, olvidándonos del otro, olvidándonos de nuestro contexto. Vivimos de manera mecánica porque no somos capaces de reflexionar nuestro entorno, sino que simplemente pasamos por él en el día a día para funcionar sólo como nos han enseñado que debemos funcionar. Jamás nos detenemos a pensar en lo que hacemos, simplemente lo hacemos porque no tenemos tiempo para pensarlo, el tiempo debemos emplearlo en producir lo que nuestro sistema nos exige. En el momento en que alguien se sale de la cotidianidad, éste es conscientizado, es visto por los demás, es reconocido, pero es un reconocimiento negativo generalmente. Negativo porque quien se sale de la cotidianidad, quien se separa del camino en el que van las mayorías, altera el orden, es decir, hace el desorden, por lo que es mal visto, tachado, señalado y reprimido por los demás. Tal represión es una herramienta más del sistema opresor, el cuál utiliza a las masas alienadas por él mismo, para coartar a la oveja que se sale del rebaño.
Por todo esto es que debe haber un cambio radical en el sistema educativo. Debemos promover una “educación suscitatadora [como la propuesta por Bondy]. Justamente los factores de creación y novedad son los que definen el quehacer pedagógico que hemos llamado suscitador […] Lo predominante […] es la actividad del poder creador del sujeto, de aquello que hay de más original y libre en su ser personal […] Se busca que el alumno asuma ideas nacidas de la propia reflexión en comercio con el mundo y valores elegidos por decisión de su yo más auténtico y no por transferencia de patrones habituales sin resonancia vivencial ni autoridad sobre la conciencia más vigilante. No se enseñará pues inculcando ideas, valores y conductas ya configurados, sino en cualquier caso sirviéndose de ellos para preparar, vigorizar y ejercitar la capacidad de concebir ideas, inventar valores y adoptar nuevas formas de conducta.”6
Desafortunadamente, los grupos de poder nunca permitirán que tal tipo de educación se ponga en práctica, pues es un peligro para la seguridad de sus intereses personales, es por eso que continuamente están reformando la educación, quitando de las escuelas las pocas materias que permiten la formación del pensamiento crítico.
Eso no significa que sea un caso perdido. Y es precisamente tarea de quienes nos damos cuenta de este mal funcionamiento promover ese cambio liberador. Es nuestra responsabilidad como seres humanos críticos y éticos fomentar la transformación del orden establecido, que cambie a las personas para que dejen de funcionar como robots programados y comiencen a liberar su pensamiento y a funcionar como humanos conscientes.
El paso por el mundo de un hombre como apunta Freire, “no es algo predeterminado, preestablecido. Que mi destino no es un dato sino algo que necesita ser hecho y de cuya responsabilidad no puedo escapar. Me gusta ser persona porque la historia en que me hago con los otros y de cuya hechura participo es un tiempo de posibilidades y no de determinismo. Eso explica que insista tanto en la problematización del futuro y que rechace su inexorabilidad.”7 Es decir, cada uno de nosotros pasamos por el mundo haciendo historia, participando de él, y todo lo que hacemos y dejamos de hacer contribuye para todo cambio o estabilidad del mismo. El conjunto de relaciones en que participamos en el mundo nos conecta con todo y con todos, y aunque podemos pasar desapercibidos en la cotidianidad mundana, no podemos pasar sin participar de ella, pues participamos todo el tiempo, no siendo “sólo un objeto, sino también un sujeto de la historia.”8 Con cada acción que realizamos contribuimos a que algo cambie o a que algo siga igual, y siendo conscientes de nuestra situación contextual, es nuestra responsabilidad cada consecuencia de nuestro paso por el mundo. Siendo nuestra responsabilidad, es nuestro deber conducirnos para bien, con ética, ayudando a hacer un mejor mundo para vivir. Esta responsabilidad, es causa de nuestra “consciencia del inacabamiento”.9 Es decir, está consciencia de que al pasar por el mundo, participamos en él y lo modificamos, la cual fue también razón de que el hombre se hizo educable, ya que, al ser consciente de que cada una de sus acciones tendrá consecuencias, ya sean buenas o malas, necesariamente el hombre tuvo que buscar una manera de guiar sus decisiones para que generalmente las consecuencias sean positivas.
Entonces, no podemos ser pesimistas respecto a la transformación. Es nuestro deber hacer todo esfuerzo para conseguir un cambio radical en nuestra sociedad, cambio que sin duda lleva por delante una buena educación para las masas. Pero no podemos confiar más en el sistema dominante, pues a lo largo de siglos, como ya explique, aunque cambie el grupo que está en el poder, desde ahí la educación estará siempre orientada para mantener la hegemonía de quienes mueven los hilos. Ciertamente no podemos derribar este sistema de un solo tajo, pero podemos ir creando pequeñas infecciones al cuerpo político, infecciones que después puedan convertirse en cáncer, y luego en muerte de tal cuerpo. Las instituciones estatales no son la única manera de educarse (son sólo la única manera de tener un papel que te acredita). Hay maneras libres y autónomas de estar educado, y nos corresponde precisamente a los que somos conscientes del inacabamiento enseñar a la sociedad estas formas, formas autogestivas, independientes, libres, donde se fomente la educación suscitadora de Bondy.
Pero esto no se consigue sólo hablando, haciendo ensayos o escribiendo artículos, hay que actuar. Las personas que nos rodean, no estarán de acuerdo a escucharnos más si cuando les decimos que hay que ser críticos, éticos y justos en la realidad nosotros actuamos como borreguitos que no se salen de «los paradigmas aceptados» que fomentan la injusticia y la explotación. Es imposible abrirle los ojos al mundo cuando no comenzamos por demostrar que nosotros ya los hemos abierto. Hay que tomar la iniciativa, siempre existe la posibilidad de formar talleres de lectura de manera autogestiva, de hacer debates, de comentar experiencias. Pero no es la única manera de educar, también existe siempre la posibilidad de ayudar a las personas con sus problemas, sin esperar nada a cambio. Enseñar que la solidaridad es esencial, que cuando nos ayudamos unos con otros tenemos más posibilidades de bien vivir, y la solidaridad se enseña, siendo solidarios.
Cuando uno se solidariza con las personas, cuando se les ayuda con sus problemas, estas personas te reconocen como sujeto (y volvemos a la cotidianidad mundana y reconocimiento del otro), se dan cuenta que salirse de la cotidianidad no siempre es desagradable, porque te han visto salirte para brindarles tu ayuda y después, muchos están dispuestos a escucharte y esa es la oportunidad para ayudarles a conscientizarse.
Siendo que, desde la perspectiva reaccionaria nunca tendremos una educación que nos enseñe a conscientizarnos, a analizar nuestro entorno, a politizarnos, debemos hacerlo por nuestra cuenta. “Es una tarea que los educadores y las educadoras progresistas deben cumplir, dentro y fuera de las escuelas. Es una tarea que debe ser realizada por organizaciones no gubernamentales”10. Ciertamente ser educador en una institución ofrece una ventaja, que es la de tener a disponibilidad la atención de un grupo predispuesto a prestar atención y a aprender, lo importante es, como educador, no dejarse simplemente absorber por el sistema.
Pero además hay que trabajar también fuera de las aulas, seamos o no profesores. Si en las escuelas ofrecen solamente educación técnica, apolítica y neutra ante la realidad, es nuestro deber como personas éticas politizar a las personas que nos rodean diariamente, hacerles ver que no podemos pasar por la vida con una postura neutra ante las injusticias, ante la miseria, ante las guerras, como humanos deshumanizados, hay que despertar al pueblo. Eso es parte fundamental de una buena educación, cuando se aprende a ser políticamente activos y críticos, es cuando pasamos de estar adiestrados a estar educados, a ser humanos y no máquinas programadas, y entonces podemos aplicar nuestros conocimientos técnicos o científicos de una manera justa, ética y humana.
Pero no sólo se enseña con palabras, como ya mencioné, no es suficiente escribir o hablar, hay que actuar. Citando nuevamente a Freire, “El mejor discurso sobre él es el ejercicio de su práctica”11, “las cualidades o virtudes son construidas por nosotros al imponernos el esfuerzo de disminuir la distancia que existe entre lo que decimos y lo que hacemos. Este esfuerzo, el de disminuir la distancia que hay entre el discurso y la práctica, es ya una de esas virtudes indispensables -la de la coherencia”12.
El mundo se está cayendo a grandes pedazos, y es por eso que no podemos permitir que que tal situación continúe. Los grupos de poder no nos van a dejar el camino libre para destruirles su paraíso, por lo que hay que derribar sus defensas sea como sea. No podemos resignarnos, la utopía de un mundo más justo e igualitario no es imposible. Qué importa que nos llamen «ilusos y utopistas», si como lo dijo ya Flores Magón, “es a los ilusos y a los utopistas de todos los tiempos a quienes debe su progreso la humanidad. Lo que se llama civilización ¿qué es sino el resultado del esfuerzo de los utopistas?”13.
Quedarnos de brazos cruzados, esperando a que tal vez algún día llegue un mesías salvador por la vial legar o electoral, y que éste reformará la educación, es un farsante discurso más de la reacción. Decir al pueblo que espere pacientemente a que las cosas cambien de esa manera es una ofensa, porque es lo mismo que decirles que no luchen por la justicia para que dejemos de ser tratados como mercancía. Obviamente el gobierno nunca nos va a decir en sus escuelas que luchemos contra él, nunca se va a reconocer públicamente como enemigo de sus súbditos. El discurso de siempre, y es como nos educan es el de ser pacientes, pasivos, conformistas. Y que si no estamos conformes con lo que tenemos, si no nos gusta el régimen, que esperemos las elecciones para cambiarlo, porque es la única manera. ¡Claro que no! Esa es la única manera pero de preservar más de lo mismo, un sistema totalmente hipócrita que no quiere perder su poder.
Por eso debemos empezar a educarnos desde abajo, por nuestra cuenta, apoyándonos con la gente que nos rodea y creciendo cada día junto a ellos, enseñándoles y aprendiéndoles. Eso es a lo que me refería al decir que hay que crear pequeñas infecciones al cuerpo político. Cuando se creen muchas, el cuerpo estará débil y será fácil de derribar, y el que emergerá estará educado, por lo que no permitirá que uno como el anterior se imponga.
1Educación y Filosofía, Perú, Fondo Editorial, 1995, p. 15.
2Ibídem, pp. 17-18.
3Medios de comunicación masivos o de masas (término también muy utilizado directamente en Inglés: mass media) son los medios de comunicación recibidos simultáneamente por una gran audiencia, equivalente al concepto sociológico de masas o al concepto comunicativo de público.
4Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, España, Planeta-De Agostini, 1993, p. 35.
5Enrique Dussel, Introducción a una filosofía de la liberación latinoamericana, México, Editorial Extemporáneos, 1977, p. 86.
6Augusto Salazar Bondy, ob. cit., nota 1, pp. 18-19.
7Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía, Brazil, Siglo XXI, 1996, p. 52.
8Ibídem, pp. 53.
9Ibídem, p. 55.
10Ibídem, p. 96.
11Ibídem, p. 92.
12Ibídem, pp. 63-64.
13Ricardo Flores Magón, La revolución mexicana, México, Editores mexicanos unidos, 2001, pp. 15-16.