La Jornada, 6 de Septiembre del 2002
Carlos Fernandez-Vega
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A pesar de que organismos internacionales tan serios como la UNCTAD advierten que, para el caso mexicano, las empresas trasnacionales remiten el 70% de las utilidades a sus naciones de origen y sólo reinvierten el 30% restante, la euforia gubernamental por la captación de inversión extranjera intenta transmitir una sensación de bienestar y bonanza económicas que, en los hechos, lejos está de rozar la realidad.
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Un escritor mexicano, quien de no mediar un pequeño impedimento biológico sin duda se hubiera pronunciado a favor del gobierno del cambio, desmenuzó así el tema de la inversión extranjera:
La gran preponderancia del elemento americano alarma, y con justicia, a los que meditando seriamente sobre sobre asunto de tanta trascendencia , miran en esta inversión pacífica, en este movimiento comercial , en esta gran conquista de doblones, un grave conflicto para el porvenir. Ya podemos ahora decir de losamericanos lo que los folósofos panentheístas dicen de su dios: en ellos somos, estamos y vivimos.
En la invasión que nos amenaza no habrá combates ni escaramuzas; no se derramara sangre; no tendremos que armarnos de punta en blanco para defender nuestro territorio; los ejércitos invasores, los hombres de combate y conquista, desembarcaran tranquilamente, ningún agente de la policía les molestara, ninguna autoridad inquiere sus papeles; vienen seguros por el camino recto; parece a primera vista que vienen a traernos el oro y la plata de sus enormes cajas, y en rigor de verdad por lo que vienen es por la industria, por el comercio y por la vida.
Traen el capital, es cierto; capital sin el que nunca pueden fructificar nuestras empresas; capital necesario, indispensable; con ellos viene la poderosa maquina que arrancara el metal a nuestras minas, el ferrocarril que, acortando las distancias haga mas llana y hacedera la explotación de nuestras riquezas; pero una vez que se consume la obra y la locomotora haga flamear en todas partes su penacho de humo, nos encontraremos precisamente en las condiciones en que se encontraba aquel protagonista de una leyenda turca: vendió su espíritu al demonio por un mezquino puñado de monedas, y cuando quiso vivir y holgar mediante su opulencia relativa, se hallo con que el demonio se negabase a entregarle su dinero con pretexto de que siendo su amo y dueño podía a su antojo disponer de todo lo que su esclavo poseyera.
Así que tendremos, es verdad, mas fabricas, mas industrias; pero estas fabricas no serán nuestras; estas industrias ajenas y extrañas acabaran las propias. La sobra y el exceso de sus plazas inundaran nuestros mercados con mengua de los productos indígenas, incapaces de competir en baratura…
LAS REBANADAS DEL PASTEL:
El texto que se reproduce (La invasión americana -de 1881-) fue escrito por Manuel Gutiérrez Nájera y publicado el 21 de abril de 1881 por el diario El Nacional.